Los países más ricos del mundo debaten sobre la implantación de un impuesto a las grandes tecnológicas
La idea de imponer un impuesto a las grandes empresas digitales es un tema de actualidad en muchos países del mundo. Los Gobiernos buscan una forma de gravar a estas empresas que parecen crecer sin tener que pagar los impuestos tradicionales que muchas otras compañías sí pagan. En este artículo exploraremos los detalles de esta propuesta y los argumentos a favor y en contra.
El pasado 15 de julio, se llevó a cabo una reunión en Venecia entre ministros de Finanzas de los países más ricos del mundo para discutir la implementación de un impuesto global a las empresas digitales. La idea es establecer una tasa impositiva mínima del 15% sobre las ganancias que estas compañías obtienen en cada país al que venden sus bienes y servicios.
Esta iniciativa surge después de varios años de controversia sobre la cantidad de impuestos que estas empresas pagan. Muchas compañías tecnológicas, al tener su sede en países con impuestos bajos, no contribuyen con el sistema tributario de los países en los que se encuentran sus clientes. Esto ha generado una creciente frustración entre los ciudadanos y el sector empresarial que sí paga impuestos.
Los países que participaron en la reunión han acordado trabajar juntos para diseñar y aplicar un impuesto global. Esto permitiría crear un sistema más justo y equitativo para el reparto de los impuestos que estas corporaciones pagan, además de reducir la competencia fiscal entre los países. Las principales empresas afectadas serían Amazon, Google, Facebook y Apple.
Sin embargo, algunos países no están de acuerdo con esta idea. Irlanda, por ejemplo, se opone fuertemente a la tasa impositiva global. El motivo radica en que el 16% de la población activa del país trabaja en el sector de la tecnología, un área clave para su economía. Además, el país es conocido por sus bajos impuestos a las empresas, lo que ha atraído a muchas de ellas a instalarse en su territorio.
Otros países, como Estados Unidos y China, temen que esta iniciativa pueda debilitar la competitividad de sus respectivas empresas y que podría afectar a su economía. Por esa razón, ambos países se han mostrado reticentes a adoptar esta medida. Estados Unidos, por ejemplo, lanzó una propuesta para aplicar un impuesto del 21% solo a las grandes empresas tecnológicas.
En cambio, muchos expertos consideran que la implementación de un impuesto global es una medida necesaria para mantener la estabilidad económica mundial. Argumentan que estas empresas están obteniendo enormes beneficios en todo el mundo sin pagar una cantidad justa de impuestos. El efecto final es una sobrecarga fiscal injusta y un sesgo hacia las empresas más pequeñas que no tienen tanta facilidad para evitar el pago de impuestos.
Para llevar a cabo este impuesto global, se necesita un consenso entre los 139 países que forman el marco de trabajo conocido como el "Plan de Acción BEPS", liderado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Se espera que se llegue a un acuerdo sobre los detalles del impuesto para el mes de octubre de este año.
En resumen, la implementación de un impuesto global a las grandes empresas tecnológicas está siendo objeto de un acalorado debate entre los países del mundo. Si bien algunos países se oponen al impuesto, muchos otros expertos creen que es una manera necesaria de garantizar una carga fiscal más equitativa. Es importante tener en cuenta que esta iniciativa podría tener un efecto significativo en la economía global si se decide llevar a cabo. Por lo tanto, es necesario seguir de cerca el progreso del plan de acción para ver cómo evoluciona.